martes, 3 de julio de 2007

postheadericon Oda a una puerta (y a una madre)

Anoche mi hermano llegó a las dos de la madrugada del aeropuerto. Aún estaba despierta, dando vueltas en la cama como una idiota. Llegaba tarde el sueño. Según mis planes debía estar durmiendo desde la una. Pero el reloj no entiende de retrasos, y la alarma del despertador tampoco. A las 5 sonaba como siempre con su estridente chirrido. Imposible. Lo apago con aire irritado; no quiero estudiar, quiero dormir. Y eso me disgusta, porque de nuevo me desvío del plan acordado.

Me levanto a las siete y en media hora estoy saliendo del garaje. Conduzco 100 kilómetros para ir a hacer un examen. Y lo hago. Y lo peor del día me espera a la vuelta de la esquina. Toca irse. Esta vez de verdad. Recogerlo todo y meterlo en el maletero de mi coche. Y la verdad, tampoco me apetece.

Y qué bien abrir la puerta, y descubrir que mi madre y mi hermano han conducido 100 kilómetros para hacerlo casi todo por mí. Casi, porque me han dejado el trabajo sucio: quitar para siempre de la puerta de la habitación 107 un buzón azul de cartón.

3 comentarios:

emilcar dijo...

Venga guapa, no te pongas triste. Recuerda que unas puertas se cierran para dejar paso a otras que se abren.

Ginger dijo...

¡Gracias emilcar! ¡Eres un solete!

Anónimo dijo...

Y lo peor de todo.. que a mi aún me queda todo ese trabajo por hacer y en 21 días cerrar la puerta de la habitación 315 de una residencia en el remoto pueblo de Wernigerode, en la región de Sajonia, para siempre.
¡¡Qué penita!!
*eLe*