jueves, 12 de abril de 2007

postheadericon Crítica honesta

La crítica estaba sentada, mirando con atención la piedra. La miró desde todos los ángulos posibles, imaginados e imaginarios. Se acercó y la miró más de cerca. Volvió a alejarse y se sentó de nuevo. Se movía inquieta en la pequeña silla metálica. La mirada siempre fija en la piedra. No comió a medio día, ni tampoco a media tarde, es más, ni siquiera comió por la noche ya en casa. Ni pudo dormir en su cama, sólo dar vueltas en la oscuridad, ¡pobre!, le sobraban hasta las sábanas, tal era su angustia.

Al día siguiente volvió a su despacho. Descolgó el teléfono, no quería que le molestaran. Se sentó de nuevo delante de la piedra.
Pasaron cuatro días así, la crítica sentada mirando a la piedra unas veces con desprecio y otras con sobrecogimiento. Sin poder comer, sin poder dormir. Sin poder hacer otra cosa que mirar y pensar en la piedra.

El presunto artista la había cogido de la ribera del Segura, pero nuestra pobre crítica tenía que asegurarse de que la piedra era una verdadera obra de arte, y de que el artista no era en realidad un listillo que quería jugársela.
Al quinto día llegó un gran sobre marrón a su despacho. Era lo que había estado esperando. Sus dedos nerviosos lo abrieron, lo destrozaron. En efecto, el autor había estudiado Bellas Artes en la Universidad de Barcelona.

La crítica volvió a mirar la piedra. Las lágrimas asomaban a sus ojos. Todas las dudas se disiparon. Era una obra de arte. Una de las mejores.

Y ahora que tenía ese papelito en su mano, nadie se atrevería a decir otra cosa.

(Claro que nuestra crítica habría podido dedicarse a irse por ahí a tomar aperitivos mientras esperaba que llegase el sobre y haberse ahorrado todo el sufrimiento. Pero entonces ¿de qué clase de crítica estaríamos hablando? No de una muy honesta.)

1 comentarios:

Lena yau dijo...

JAJAJAJA!

Excelente!

La crítica se irá de aperitivos...deja que pasen diez años y lo verás!